Un día de agosto, a mediodía, cuarenta grados de temperatura al sol.
Estás de compras. Feliz. Haciendo lo que te gusta.
Pero estás sedienta. De repente ves una máquina de coca-colas. Necesitas 1, 65 euros
Sacas el monedero. Mala suerte. Tienes una moneda de dos euros, y la máquina tiene encendida la luz de "no hay cambio".
Buscas a alguien que te ayude, alguien que te dé cambio, o que te preste el dinero. La encuentras.
Echas las monedas, y esperas que caiga el bote.
Pero el bote no cae. Se ha atascado.
Esto pasa una vez en un millón, pero te ha pasado a ti. Y no entiendes por qué, pero te aguantas.
No tienes tu lata
Desilusionada, y más sedienta que antes, continúas andando a ver si encuentras otra.
Esto es lo que pasa cuando rezamos por algo. Esperamos siempre que lo que pedimos (el bote) salga. Y cuando se atasca nos enfadamos, y no entendemos por qué, y nos sentimos los más desgraciados del universo en ese momento. Porque en ese momento es justo cuando tú estás más sediento. Pero da igual, por muchas patadas que le des a la máquina, el bote va a seguir sin salir. Así que no tendrás más remedio que asumirlo y continuar.
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