miércoles, 2 de septiembre de 2009

VUELTA AL COLE

La vuelta al cole. Para los niños significa mochilita nueva, libros a estrenar y estuche ultimo modelo con el que presumir con las amigas, zapatos relucientes. Para los padres significa, tarjeta de crédito echando humo para comprar todas esas cosas. Yo, por hacer esto que hacen todas las madres de familia en esta época, me he ido a comprar el uniforme del cole. Como es la guerra, casi peor que el primer día de rebajas, decidí ir tempranito a ver si con un poco de suerte al resto se le habían pegado las sábanas.
Antes que yo, porque para esto hay que hacer cola como en la carnicería, con la única diferenica que como no se pide la vez tienes que estar alerta que no se cuele la listilla de turno. A lo que iba, una madre con una hija adolescente estaban en la misma tarea.
No es que quisiera cotillear, pero la verdad es que no tenía mucho que hacer en ese tiempo, y estaban a un metro de mi, así que era imposible no enterarme de la conversación.
La madre, con buen criterio, quería un uniforme holgadito, entre otras cosas, porque según le ha explicado a su hija en varias ocasiones, cuesta una pasta, y no está dispuesta a gastarse ese dinero todos los años.
La hija, decía que ni pensarlo que íba a llevar la falda a la altura de la rodilla, y que aunque no pudiera respirar porque no le abrochara la cintura, quería una talla menor de todo.
Una talla menos, parece que era la misma del año pasado, así que la mamá pensó que se marchaban y que utilizara lo que ya tenía.
Pero la niña, quería estrenar, aunque fuera la misma falda tableada del año anterior. Y además tenía muy claro que la camisa no la quería tan ancha porque la hacía muy gorda. Y que a todo esto, el colegio empezaba el miércoles que viene, y que a ver quien le íba a arreglar toda esa ropa.
La madre respiraba hondo, supongo que a modo de terapia, por no darle un grito a la niña y montar el espectáculo.
La dependienta, que debe estar más que acostumbrada a esto, no decía nada, íba y venía a por una talla más o una menos.
Se ponía la falda, se la quitaba, se probaba la rebeca, se la quitaba, volvía a hacer lo mismo con la de la talla más pequeña.....y la madre seguía respirando hondo.
Y yo pensaba en la suerte que tengo, que no había llevado a mi hija, que compraría la talla que me pareciera y que eso se pondría, y que tendría que hacer un curso parecido a los de preparto donde te enseñan a respirar y a resoplar para irme preparando para dentro de unos años.
Cuando ya llevábamos como veinte minutos, de repente, cual aparición, salió otra señorita con un plumero en la mano dispuesta a limpiar estantería. La que literalmente abordé pidiéndole por favor que me atendiera, y afortunadamente fue a soltar el plumero.
Hice mi compra, tan contenta que haberme quitado ya esta carga de encima. El problema ha sido que he debido contagiarme de la mamá soplante, y cuando le he probado las cosas a mi hija, he debido de comprar pensando que no es que tengan que durar para este curso y el que viene, que si le dura hasta que vaya a la universidad pues mira tu que ahorro.
Así que tendré que ir otro día, y a ver si tengo suerte y me tocan delante parejas de madres e hijas que no tengan conflictos sobre el largo que debe tener la falda.

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