No me esperábais ¿verdad?, pero bueno, dije que si no tenía tiempo....y lo tengo. No estoy tan estresada, bueno, diría que nada estresada. Es como si esta fiesta que estoy preparando tuviera dos partes. La verdaderamente importante, en la que yo no tengo nada que hacer. Me refiero a la Misa, a la Comunión....eso le corresponde a mis queridos amigos sacerdotes. Ellos se la tendrán que currar. A mi solo me ha tocado ir preparando a María durante estos años para que ahora sea tan plenamente consciente como es, de lo que significa este día. Que va a recibir por primera vez a Jesús en su corazón. Que siempre ha tenido ahí a su mejor amigo, pero que ahora lo va a tener más cerca, cada vez que se acerque a comulgar.
Y la fiesta en casa....bueno, habrá a quien se le pongan los pelos de punta si tiene que preparar algo para 80 personas. Pero a mi no. Todos los que vienen son personas a las que quiero mucho, a las que verdaderamente tengo en mi corazón y en mi pensamiento todos los días. Saben que esta fiesta está preparada por Carlos y por mi, para nuestra hija, con toda la ilusión y con todo el cariño del mundo.
No estoy nada preocupada por que todo salga bien. Va a salir bien, estoy segura porque todos los que vamos a participar lo queremos.
Todos vienen con la mejor de las intenciones, no a decir si había o no suficientes gambas.
Vienen a estar con nosotros en este día que saben que es tan importante para nuestra familia, y estoy segura que sabrán perdonar cualquier fallo que haya de organización.
En esta fiesta, no hay cumplidos, no hay compromisos. Están los que nosotros hemos querido que compartan este momento tan especial que vamos a vivir, y estamos seguros que todos van a participar de nuestra ilusión.
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