miércoles, 27 de mayo de 2009

LA MUJER MODERNA

Ayer estaba fumándome un cigarro en la puerta del edificio donde trabajo. Había un mercedes reluciente aparcado con un chófer dentro. Llegaron dos señoras cargadas de bolsas. El chófer les abrió la puerta, colocó las bolsas en el maletero y arrancó el coche. Mis compañéras y yo, nos moríamos de la envidia.
A estas señoras no les afecta la crisis, les da igual si estamos o no en recesión, si el IPC es negativo, y no tienen ningún jefe que les diga que a pesar de la crisis hay que cerrar el balance con números negros.
A mi que con el paso de los años, ya se me han quitado las ganas de "realizarme", de "no ser mujer florero", creo que esto de la liberación de la mujer es un rollo que un grupo de mujeres se inventaron, que a las demás nos pareció una maravilla, pero que en realidad, ha sido un engaño total.
Claro, esto se lo cuentas a una chica de 18 años y te tacha de anticuada. Yo también lo pensaba a esa edad. Pero el paso de los años, te hace ver que no, que nuestras madres, aunque no pudieran tener chófer, y en vez de bolsas de Carolina Herrera fueran cargadas con el carro de la compra, eran felices cuidando de su casa, y de su familia.
Leer esta reflexión de una mujer que se autodenomina moderna. Yo abdico con ella. A ver cuántas de las que lo leéis os sumáis a esta abdicación.
"LA MUJER MODERNA

Son las 6 hs. a.m., el despertador no para de sonar y no tengo fuerzas ni para tirarlo contra la pared. Estoy acabada. No querría tener que ir al trabajo hoy. Quiero quedarme en casa, cocinando, escuchando música, cantando…
Si tuviera un perro, lo pasearía por los alrededores. Todo menos salir de la cama, meter primera y poner el cerebro a funcionar.
Me gustaría saber quién fue la bruja, la matriz de las feministas que tuvo la infeliz idea de reivindicar los derechos de la mujer y por qué hizo eso con nosotras que nacimos después de ella.
¡Estaba todo tan bien en el tiempo de nuestras abuelas! Ellas pasaban todo el día bordando, intercambiando recetas con sus amigas, enseñándose mutuamente secretos de condimentos, trucos, remedios caseros, leyendo buenos libros de las bibliotecas de sus maridos, decorando la casa, podando árboles, plantando flores, recogiendo legumbres de las huertas y educando a sus hijos.
La vida era un gran curso de artesanos, medicina alternativa y cocina. Hasta que vino una fulanita cualquiera que no le gustaba el corpiño y contamina a varias otras inconsecuentes rebeldes con ideas raras sobre “Vamos a conquistar nuestro espacio”.
¡Que espacio ni que nada! Ya teníamos la casa entera, todo el barrio, el mundo a nuestros pies. Teníamos el dominio completo sobre los hombres; ellos dependían de nosotras para comer, vestirse y para hacerse ver delante de sus amigos.
¿Qué rayos de derechos quiso brindarnos? Ahora ellos están confundidos, no saben qué papel desempeñan en la sociedad, huyen de nosotras como el diablo de la cruz.
Ese chiste, esa gracia, acabó llenándonos de deberes. Y lo peor de todo, acabó lanzándonos dentro del calabozo de la soltería aguda.
Antiguamente, los casamientos duraban para siempre. ¿Por qué, díganme por qué, un sexo que tenía todo lo mejor, que sólo necesitaba ser frágil y dejarse guiar por la vida, comenzó a competir con los machos?
Miren el tamaño del bíceps de ellos y miren el tamaño del nuestro. Estaba cantado, eso no iba a terminar bien.
No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba pero con pechos, para lo cual tengo que matarme en el gimnasio además de morir de hambre, ponerme hidratantes, antiarrugas y demás armas para no caer vencida por la vejez…
Maquillarme impecablemente cada mañana desde la frente al escote, tener el pelo impecable y no atrasarme con la tintura que las canas son peor que la lepra, elegir bien la ropa, los zapatos y los accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo.
No quiero más tener que decidir qué perfume combina con mi humor, ni tener que salir corriendo para quedarme embotellada en el tránsito y tener que resolver la mitad de las cosas por el celular, correr el riesgo de ser asaltada, de morir embestida, instalarme todo el día frente al PC trabajando como una esclava (moderna, claro), con un teléfono en el oído y resolviendo problemas uno detrás de otro, para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, para llorar de amor no hay tiempo).
Estamos pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas, sin hablar del currículum impecable, lleno de maestrías, doctorados y especialidades. Nos volvimos “súper mujeres”… ¡Pero seguimos ganando menos que ellos! ¿No era mejor, mucho mejor seguir tejiendo en la silla mecedora?
Quiero que alguien me abra la puerta para que pueda pasar, que corra la silla cuando me voy a sentar, que me mande flores, cartitas con poesías, que me dé serenatas en la ventana.
Si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar. ¿¿¿Sabes que queremos las mujeres??? ¡¡¡Basta!!!
¡Ay dios mío!, son las 6:30 am y tengo que levantarme… ¡Estoy abdicando de mi puesto de “mujer moderna”! ¿Alguien más se suma?"

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