sábado, 15 de agosto de 2009

DE NUEVO GANÓ

Hay un libro buenísimo que todos los adolescentes deberían leer. Se titula "La agenda de los amigos muertos". Lo escribe una periodista cuya hija está enganchada a la droga.
En un momento, la madre le pregunta a su hija que por qué no sale, que por qué no llama a algún amigo, y la hija le responde que todos los amigos que tiene en la agenda están muertos.
Pues en la andadura de los hospitales, las salas de espera, y los foros de enfermos de oncología pasa un poco lo mismo. Vas conociendo gente, la enfermedad va uniendo, y llega un momento que esa persona desaparece, ya no está más.
La última experiencia que tengo es de una pareja a la que nunca he visto. El enfermo era él. Su mujer y yo teníamos una amiga en común que nos puso en contacto. Ya digo que a pesar de no haberla visto nunca, hemos hablado muchas veces por teléfono. Nos desahogábamos juntas, nos contábamos los pasos que íbamos dando, los últimos avances de los que nos íbamos enterando....
Su marido ya ha muerto. Hace tres días. No pudo superarlo.
Como tantos otros luchó hasta el final. Como tantas familias, no se rindieron y estuvieron de hospital en hospital buscando la fórmula milagrosa que pudiera devolver la salud a su ser querido. Como a todos, cada vez que se publica algo, que te dicen que de nuevo ha salido algo, o que en algún sitio parece ser que dicen que puedes tener algo de esperanza, la puerta se abre. Algunas veces la traspasas, pero otras te da de golpe contra la cara.
En esta ocasión no fue posible. El cáncer de nuevo ha ganado la guerra. Porque cuando convives mano a mano con este enemigo, te das cuenta que a veces deja que ganes una batalla, como para que te confíes, pero que la guerra continúa, y que está ahí agazapado, esperando al menor despiste para dispararte a bocajarro.
Parece mentira como puede doler la pérdida de una persona a la que nunca has visto, pero que te has sentido muy unida a ellos en su trayectoria.
Sigue siendo difícil acostumbrarse a estas cosas. De todas formas, le pido a Dios que nunca dejen de afectarme, porque lo contrario significaría que este guerrero no solo gana las guerras a los que están en el punto de mira, sino también a todos los que están alrededor. Que su bomba expansiva nos afecta a todos. Y que además no solo podría matar el cuerpo, sino también el alma.
Me enteré de esto cuando ya no podía acompañarla en el entierro. La llamé, pero no cogió el teléfono. Aunque no habría sabido que decirle, como consolarla, solo quería decirle que aunque no me puedo imaginar el dolor y la soledad que siente ahora, que sigo estando ahí, aunque sea al otro lado del teléfono, para escuchar su llanto.
Descanse en paz

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