miércoles, 17 de noviembre de 2010

LA GUERRA DE LAS PALABRAS

Que nadie piense que pongo este artículo que he leído y que me parece tan bueno pensando en nadie (aunque también conozco a alguno por ahí que le vendría bien). La primera que se lo tiene que aplicar soy yo......
La guerra de las palabras

Por Wally Vega

Un noble sultán llamó un buen día a uno de sus videntes, en busca de una respuesta, dime, le preguntó, ¿Cuánto tiempo viviré? ¡Oh señor!, respondió con gran seguridad el profeta, “Usted vivirá hasta que haya visto a todos sus hijos muertos”. Cuentan que el sultán se enfureció y mandó que sus guardias ejecutaran de inmediato al desdichado vidente.

Llamó a otro vidente, y le hizo la misma pregunta. Este meditó por un momento y respondió:

“Majestad, lo veo bendecido con una larga vida. Tan larga, que sobrevivirá a toda su familia”. Esto eleitó tanto al viejo sultán, que recompensó al segundo vidente con joyas preciosas y un extensísimo surtido de regalos.

En realidad los dos habían dado el mismo mensaje. La diferencia estuvo en la forma en que lo expresaron.
Neil Eskelin, uno de mis autores favoritos, nos dice que todos los días transmitimos docenas de mensajes. Propone que todos nuestros mensajes sean trasmitidos de una manera positiva, a pesar de que a veces estos puedan ser mensajes de desacuerdo.
Si lo analizamos bien, nos daremos cuenta que muy poco podemos lograr por medio de la discusión.

La gente suele aferrarse a su punto de vista con más fuerza cuando sus ideas están siendo rebatidaso están en desacuerdo con otras opiniones. Cuando una persona se aferra a su idea, la trinchera en la que la defiende tiende a hacerse más profunda y, generalmente, se presenta una situación de atascamiento de la conversación en la que es difícil que nadie gane.

Benjamín Franklin, que fue el primer diplomático norteamericano, tenía un método sumamente creativo para lograr que la gente estuviera de acuerdo con sus ideas y puntos de vista. En lugar de hablar como el dueño de la verdad, solía presentar su caso y luego añadir algo así: “Esto es lo que me parece a mí, pero por supuesto, yo pudiera estar equivocado”.

De este modo despertaba simpatía por su idea y ésta era considerada por sus interlocutores, en lugar de ser rebatida desde un principio. El resultado era magnífico. Tanto fue así que sus contemporáneos lo enviaron a Francia a buscar apoyo en su guerra de independencia contra Inglaterra. Y la historia nos cuenta que logró hacer un papel brillante en esa misión.

Ante una propuesta o idea mucha gente toma un punto de vista contrario, simplemente porque considera que así la conversación tiende a ser más interesante. Pero claro, el dilema viene cuando la conversación se vuelve acalorada, y hay que defender una posición que realmente es controversial.
Y que para salvar las apariencias, en ocasiones apoyamos nuestras controvertidas ideas durante mucho tiempo.

En una discusión suele aparecer “la guerra de las palabras, benditas palabras la guerra que nos dan las palabras”. En el calor de la polémica éstas pueden ser usadas para dar énfasis o simplemente para herir, aún con seres queridos a los que jamás hubiéramos dicho eso si no hubiera sido por la polémica del momento. He dicho pueden ser usadas para herir, esto ocurre más a menudo de lo que usted y yo quizá imaginamos.

Un matrimonio, conocido solía pelear por cualquier minucia. Porque la sopa estaba muy caliente, o demasiado fría, porque el esposo no cerró bien la puerta del baño al salir, porque la esposa desordenaba la prensa al leerla, por dejar las luces encendidas, etc. ¿Resultado? Dicho en las palabras de él: “Cuanto más discutíamos, tanto menos respeto y amor nos teníamos”. Desagraciadamente hubo un punto sin retorno, en el que las heridas eran tan grandes, que aquel matrimonio naufragó.
¿Cómo ganar la guerra de las palabras? Neil Eskelin nos da algunos consejos sumamente sensatos.

En primer lugar nos recomienda evitar el uso excesivo de un vocabulario negativo. Gritarle a un niño que no se meta eso a la boca, que NO juegue con las cortinas, que NO corra por el pasillo, que no haga esto o el otro etc. No es lo QUÉ se dice, sino CÓMO se dice.

Otra recomendación de Eskelin es bajar el volumen de la voz. Cuando a una persona le gritan ésta inmediatamente devuelve el grito, sólo hay un método probado que sirve para impedir que alguien grite durante una discusión. ¡Mantener baja nuestra voz! Esto normalmente sirve para controlar el volumen de la voz de la otra persona. Existe un precepto bíblico que reza: “La blanda respuesta quita la ira, más la palabra áspera hace subir el furor”.

Debemos ser conscientes que a la mayoría de las personas nos afecta mucho más el tono de la voz y los rasgos faciales (Leguaje corporal) que tenemos delante de la persona, que las palabras que se seleccionan para comunicar un mensaje. Por ejemplo, se cuenta el caso de un profesor que entró en su clase y encontró a sus alumnos en medio de una gran discusión, este dio una fuerte manotada sobre la mesa y gritó: “¡Exijo que griten más!”. Los alumnos de inmediato se pararon y se quedaron callados… El profesor no les pidió silencio.
Las palabras tienen un grandioso poder y las usamos para regañar, quejarnos, criticar, para herir, parairritar y también las usamos para transmitir nuestros sentimientos de amor, respeto, comprensión,para animar, para hacer sentir mejor a alguien, para motivar…
¿Utiliza usted esta opción en la guerra de las palabras para bien o para mal?

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