sábado, 14 de febrero de 2009

CARTA DE UN ENFERMO A SU MEDICO

Estoy leyendo la biografía de un hombre ejemplar: Eduardo Ortiz de Landázuri. Nació en 1910 y en 1985 murió en 1985 víctima de un cáncer. Médico de profesión, ejerció en la Clínica Universitaria de Navarra de la que fue Vicerrector. Miembro del Opus Dei, y profundo creyente.
Esta carta la recíbió poco antes de morir. Se la escribió otro enfermo de cáncer, paciente suyo.


Amigo Eduardo Ortiz:

Le llamo amigo aunque no nos conocemos. No soy del Opus, ni sé lo que es. No tengo fe, aunque dice el cura que tengo la esperanza de tenerla. No tengo caridad, y me gustaría haberla tenido.

Le escribí diciendo que no nos conocemos porque sólo nos hemos visto una vez, hace casi 20 años: soy uno de los 500.000 enfermos que usted dice que ha visitado.

Me llamo Antonio Fernández. Era funcionario de una ciudad pequeña. Ahora no soy nada, un jubilado por el cáncer que, como usted, espera la muerte: en mi caso con miedo.

Entre los dos hay grandes diferencias: usted es 'religioso y apolítico', yo 'político y arreligioso'; usted habla de la muerte sin tristeza, yo, con miedo; usted dice que ha intentado pasar por la vida haciendo el bien que ha podido, yo he intentado pasar la vida olvidando que se puede hacer el bien; usted cree en el cielo, a mí, ahora, me gustaría creer. Antes consideré que no era cuestión mía.

¿Por qué le escribí esta carta? Una hermana mía, monja, que vive en Pamplona, me mandó el «Diario» y pude leer su `mensaje a los que se mueren'. Después de leerlo, pensando en su cáncer y en el mío (en esto nos parecemos) me entró un deseo grande de ir también al cielo, en el que no creo.

Me he confesado. Hacía unos 20 años que no lo hacía. La última vez, después de la visita al Doctor Eduardo Ortiz. Entre las medicinas que me recetó estaba el que me confesara. Como enfermo y miedoso lo hice; pero me puse bueno y me olvidé de todo.

Hace una semana, después de darle la vuelta a su mensaje, llamé al cura. Me ha dicho que estoy perdonado. Yo le he dicho que me arrepiento para siempre (posiblemente porque no volveré a estar bueno). ¿Qué me pasa que ya no puedo escribir a mano y muy mal a máquina? También le he dicho que no tengo fe, ni creo en el cielo. Y el cura me dice que tenga paciencia y que rece a un sacerdote que está en el cielo y que fue muy amigo del doctor Eduardo Ortiz.

Usted tiene 73 años, yo 37. La edad no importa: a los dos nos queda poco para ir al otro mundo: a usted se lo han dicho `con claridad y caridad', y a mí de `modo confuso y sin caridad'.

Le escribo esta carta porque me parece que con ella hago el 'primer bien de mi vida a un amigo'. Si yo recibiese de un enfermo esta carta me alegraría al saber que realmente a alguien 'he hecho bien'..., seguramente porque yo no soy como usted; soy vanidoso.

Doctor, si el cielo existe y usted va al cielo no deje que yo no vaya aunque, aún entonces, no crea.

Gracias, doctor, por su mensaje

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