domingo, 30 de mayo de 2010

CONDUCTA IMPRESENTABLE

Hay que ver qué poquito respeto tiene la gente en general cuando está en una Iglesia.
Reconozco que soy un poco "carca" en este aspecto...como en tantos otros. No me gusta ver en Misa las minifaldas, ni los tirantes, ni las piernas cruzadas,.....Ahora que estamos en época de comuniones y bodas, pues bueno, en el presupuesto total de una celebración ¿cuesta tanto incluir un chal que tape esos escotes que tanto dicen que favorecen?...es que yo debí nacer en el siglo pasado. Bueno, de hecho nací en el siglo pasado, pero más atrás me refiero. No llego a tanto como he conocido en mi infancia: velos en las viudas, mangas largas para asistir a Misa,..., eso quizá sea exagerado, pero en el término medio está la virtud. No todo tiene que ser blanco o negro, el gris también existe, igual que Teruel.
Ya casi nos hemos acostumbrado a que suenen las musiquitas de los móviles en plena Consagración. Por lo general, ves al dueño del móvil agobiado buscándolo para apagarlo. De vez en cuando, ves a la persona salir corriendo de la Iglesia porque debe pensar que lo que van a contarle es cuestión de vida o muerte, vamos, que no puede esperar diez minutos. Empieza a ser tan rutinario que el pobre sacerdote ya lo tiene como asumido y ni siquiera parpadea.
Pero como en esta sociedad vemos cada día una cosa diferente, tan tan diferente que casi estamos perdiendo la capacidad de sorpresa, voy a contar lo que ví ayer. Que bueno, porque no tenía muchas ganas de discutir, y porque pensé que la Capilla no es el lugar más idoneo para hacerlo. Ahora creo que me equivoqué, que debía haberle dicho algo a la protagonista del suceso.
Estaba en el hospital. Teníamos sesión de quimio y subí a la cafetería a por un bocadillo. Enfrente de la cafetería está la Capilla. No tenía demasiado tiempo, porque no quería faltar mucho rato de mi lugar de acompañante. Pero tampoco quería pasar de largo, así que pensé en entrar dos minutos, solamente para saludar al Señor.
Es una capillita pequeña, muy acogedora. Pequeñita, pero a veces demasiado grande, porque nunca la he visto con más de tres o cuatro personas. Mucha gente por los pasillos, en la sala de espera, en la cafetería, pero poca gente visitando a Jesús. El caso, es que entro, y me encuentro a una señora. Algo más de sesenta años, de esas que digo al principio, que nacieron en una época donde les debían de haber inculcado el respeto a los lugares sagrados. Tenía buena pinta la señora, pero me la encuentro sentadita en la silla que hace de confesionario, con las piernas cruzadas, móvil en mano y manteniendo una conversación en toda regla. Nada de tono de voz bajo, ni de prisas por colgar. Ni pensarlo. Como si estuviera en la cafetería.
En el primer banco, una pareja joven, cogidos de la mano y sentados. Yo de pié, al final de la capilla. Los tres intentábamos rezar. Pero no, no era posible. Ahí estábamos escuchando sin querer la operación del marido de la señora, la gravedad de la operación, como quedaba con su amiga para que fuera a verla a casa cuando volvieran, etc etc etc......
Cobardía, eso fue lo que tuve. Tenía que haberle dicho con mucha amabilidad que nos dejara a los demás estar en silencio y poder rezar. Que apagara el móvil, o que si era tan importante mantener esa conversación en esos momentos, que hiciera el favor de salir a la calle o al pasillo. Pero no, no lo hice, y ahora me arrepiento. Porque alguien tiene que ser el primero en decirle a estas personas que no tienen ni pizca de educación, que hay cosas que están bien hechas en una peluquería, pero no en una iglesia. Esta seguro que es de las que comentaba al principio que salen corriendo a contestar la llamada aunque sea en mitad de la Consagración.
Pobres sacerdotes, qué paciencia tienen que tener con las cosas que hacemos todos y cada uno de los feligreses......, y es que como pone en la Basílica de la Merced de Madrid, "para hablar con Dios no se necesita móvil"

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