martes, 21 de abril de 2009

EL LIBRO DE MIRIAM

Hace ya muchos años leí el libro que escribió Miriam Suárez. No recuerdo su título. Ella moriría de cáncer varios años después de escribirlo.

En este libro ella dice algo parecido a esto: Vivo al día, he acompañado a mi hija a comprarse su vestido de Primera Comunión. He disfrutado mucho, y no me voy a preocupar de si llegaré a acompañarla cuando se compre el de novia. Cuando unos años después en alguna revista vi a su hija en el entierro, se me vinieron a la mente estas palabras.

No es exactamente lo que pone el libro porque como os digo hace muchos años que lo leí. Y aunque mi memoria no es demasiado buena, esa frase me debió de impactar porque no lo he olvidado. La frase exacta puede, pero no la idea que quería transmitir.

María hace este año su Primera Comunión. Ayer se probó su vestido. La cara de la niña mirándose al espejo era de auténtica felicidad. Pero el que estaba realmente feliz era su padre. No se cansaba de mirarla. La señora de la tienda pensaría que vaya padre bobo, que tampoco era para tanto. Pero claro, esta pobre señora no sabe, y probablemente nunca lo sabrá lo que su padre pensaba mientras miraba a su hija. A mi no me lo había dicho, pero no hacía falta. Seguramente estaba pensando igual que Miriam Suarez.

Ya sé que muchos de que los que estéis leyendo esto, pensareis que nadie tenemos asegurado nada, y que nadie sabemos si llegaremos a ver a nuestros hijos casados, conocer a nuestros nietos..... Tenéis toda la razón.

Mirar, en los últimos días, me está tocando consolar a una persona cercana a mi. A su padre le han diagnosticado un tumor hace poco más de dos meses. Al principio era operable, con buena esperanza. En este tiempo ha crecido incontrolablemente. Los médicos ya no están seguros de poder hacerse con él. Y hace dos meses, este señor estaba tan bien.

Es cierto, nadie sabe cual será su futuro mañana. Pero también es cierto que los hay que ya están "nominados". Que los demás pensamos en abstracto, y sabemos que mañana nos puede caer un ladrillo en la cabeza, o darnos un infarto. Pero realmente, no nos lo creemos, o pensamos que las probabilidades de que ocurra son mínimas. Además no vivimos continuamente agobiados por la dichosa maceta que puede caer de un balcón encima de nosotros .

A estos "nominados", les ocurre al contrario. Están viendo la maceta caer, y no pueden hacer nada para pararla, ni para moverse del sitio y así evitar el golpe. Ellos saben que existen los milagros, pero también saben que las probabilidades de que se produzca en ellos son mínimas. Y si viven agobiados mientras ven caer la maceta.

Querida Miriam, estés donde estés. Seguro que te resultó fácil escribir eso en tu libro. Eso es lo bueno que tienen las páginas en blanco, que lo admiten todo. Pero no estoy tan segura que el día de la Primera Comunión de tu hija no pensaras más allá, que solo pensaras en el momento tan feliz que estabas viviendo. Me resulta difícil creerlo. Tenemos la esperanza del Cielo. No recuerdo muy bien, pero creo que tu también eras creyente. Lo malo es que nos gusta demasiado lo que dejamos aquí, y eso nos hace sufrir mucho.

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