viernes, 11 de junio de 2010

FIN AÑO SACERDOTAL

Y ha pasado un año....¿desde qué?, ....pues desde que empezó el año sacerdotal.
Hoy se clausura en Roma. En sitios más cercanos también han celebrado Eucaristías. En el Cerro de los Ángeles por ejemplo....un día con doble celebración, esta clausura y el día del Sagrado Corazón.
Este año ha tenido sus más y sus menos. Hay quien se ha volcado en rezar por los sacerdotes, por su santidad, por su ministerio, y los hay que se han dedicado a desprestigiarlos.
De estos últimos me voy a olvidar. Voy a dedicarles solamente unas pocas líneas, para decirles que no es justo, que unas cuantas ovejas descarriadas han sonado más que todo el rebaño junto. Se acabó, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio ¿no es verdad?, pues "tema zanjado", como le digo a mis hijos cuando no quiero seguir discutiendo sobre algo.
Paso a hablar de ese rebaño completo. En realidad el ejemplo está mal utilizado, el rebaño somos nosotros. Ellos son los pastores. Ellos son los que nos guían. Y lo hacen bien, pero que muy bien.
Este año, en primer lugar ha sido una ocasión para que todos los católicos conozcamos un poco más al Santo Cura de Ars. Una figura que pasaba casi desapercibida. Hemos tenido oportunidad de leer muchas cosas de su vida entregada, de sus pensamientos. Solamente por eso, hubiera merecido la pena.
Pero me quedo con el "solamente por eso" que acabo de escribir. Y es que no me creo que no haya más cosas por las que darle las gracias al Papa por querer dedicar este año a los sacerdotes.
Todos, y cuando digo todos, creo que me equivoco poco, tenemos en mente sacerdotes que han pasado por nuestras vidas y a los que les debemos algo. No digo ni siquiera que tengamos una relación de amistad con ellos, no es necesario.
En la historia de cada uno de nosotros, de los católicos hay siempre un sacerdote. Un sacerdote que nos bautiza, que nos confiesa por primera vez, que nos dá la primera comunión, que nos confirma, que nos casa, .....No un solo sacerdote, muchos sacerdotes los que han pasado por nuestras vidas. Y de ellos, solamente hemos recibido cosas buenas. No me refiero a sonrisas, ni a palabras esperanzadoras....., porque como todos son humanos y puede que los hayamos pillado en un mal día ¿o es que ellos no los pueden tener?. Pero de todos ellos hemos recibido algo que solo ellos pueden darnos: los sacramentos. ¿no tenemos que darle las gracias a Dios por haber decidido quedarse entre nosotros por medio de los sacerdotes??
Este año hemos rezado mucho por ellos, pero es algo que no debemos dejar de hacer porque se termine. Los católicos tenemos que tener en nuestras oraciones continuamente a los sacerdotes. Queremos sacerdotes santos, fieles, buenos representantes de la figura de Cristo. Y eso no es tarea fácil. No podemos cargarlos solos con tanto peso sobre sus espaldas. Son muchos los enemigos que tienen, y solo podemos ayudarles con la fuerza de la oración. La oración lo puede todo.
A ellos les pedimos que recen por nosotros, que nos encomienden en las Eucaristías, ..., y ellos pocas veces nos lo piden. Pero eso no quiere decir que no lo necesiten. Es fácil criticarlos, pero no se nos ocurre ofrecerles nuestra ayuda.
Esa es nuestra tarea para ellos. Una tarea que no tiene hoy su fin. No debería ser así. Sigamos rezando, encomendando sus vidas, pidiendo nuevas vocaciones, para que las generaciones venideras tengan la suerte de poder contar con sacerdotes que los guíen. Dicen que ahora hay pocas vocaciones. No sé si pocas o muchas, pero sí creo que las que hay son fuertes, son vidas entregadas totalmente.
Y si ahora me permitís personalizar un poco, yo desde aquí tengo recuerdos especiales para esos sacerdotes que pasaron por mi vida en esos años en los que nuestros padres no se planteaban si dar religión o ética, una época en la que acostumbrábamos a ver sacerdotes con sotana por la calle o en el colegio y no nos parecían bichos raros. Esos sacerdotes que ahora pasan por mi pensamiento están ya fallecidos. Pero también tengo recuerdos especiales para esos otros sacerdotes que a lo largo de mi vida me han ayudado tanto tanto que necesitaría dos mil años para poder devolvérselo. Para aquellos que siempre tienen una palabra de misericordia, para aquellos que rezan por mí y por mi familia. Para aquellos que en momentos de desaliento, de cruz, escuchan, y me recuerdan que estando en manos de Dios tenemos que estar tranquilos.
Para todos ellos, que no quiero nombrar por miedo a olvidar alguno, cosa que no quisiera, gracias por existir y por entregarse a nosotros, sus ovejas, día tras día.
Que el fín de este año sacerdotal, sea solamente "oficial" y no termine en nuestros corazones ni en nuestras oraciones.

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