domingo, 10 de octubre de 2010

MES DE OCTUBRE, MES DE LA VIRGEN

Querida Virgen,



Dicen que el mes de mayo es tu mes. Puede que sí, que sea con el que más se te idenfica. Es el mes de las flores, y quizá por eso te lo han dedicado.



Ahora estamos en Octubre. Quizá no suene tanto, pero es un mes mariano por excelencia.



Todo un mes dedicado al Rosario. Esa oración que no por ser repetitiva deja de ser bonita. Tantos piropos que se te quieren decir y que están tan bien representados en la letanía.



En mi caso particular, este mes además es significativo. Especialmente este fin de semana. Dos de tus advocaciones se celebran: una mañana y otra el día doce.



El domingo, las campanas de Villanueva de Córdoba sonarán a las ocho de la mañana. Su Virgen de Luna se va a la Ermita. Sus hijos la despiden hasta el próximo mes de mayo.



El martes, Zaragoza estará engalanada. La Plaza de la Basílica tendrá esa montaña de flores enorme formando el manto de la Virgen del Pilar.



Dos celebraciones que son entrañables para mí. Dos celebraciones que viviré en la distancia.



Ambas estáis aquí ahora conmigo. Una preside la fachada de mi casa. La otra preside la habitación donde yo estoy sentada.



Una y otra saben que las llevo en el corazón. Que mi ausencia es solo física. Que algún día podré ir a felicitarlas directamente. Pero nuestra Madre no quiere ser motivo de dolor. Todo lo contario. Quiere ser descanso para nuestras fatigas. Por ello tendré que esperar.

Casi tres años han pasado desde aquel día del mes de Enero donde acogiste a Carlos como a uno de tus hijos especiales. Aquel maravilloso día fue como un rayo de luz en medio de una tormenta. Un rayo de luz al que os agarramos firmemente y del que no nos hemos querido desprender ni un momento.

Madre, ya tienes a tu hijo contigo. Lo tienes a tu lado. Los que nos quedamos en la tierra lloramos su ausencia, pero él estará feliz de verte y de tenerte a su lado. El que tanto te quiso cuando ni siquiera te había visto, estará ahora disfrutando con Tu Presencia.

Enviadas por vosotros desde el cielo parece esas palabras que hace cientos de años escribió Cervantes:

"Deja el llanto, amigo, ya

que no bien que se haga duelo

por los que se van al cielo

sino por quien queda acá

Que aunque parece ofendida

a humanos ojos su suerte

el acabar con tal muerte

es comenzar nueva vida"

Eso pensaréis desde el cielo, querida Madre. Pero desde allí, que no se os olvide enviarnos de vez en cuando algún rayito de luz al que agarrarnos los que desde aquí lloramos la ausencia física de los difuntos.

Ruega por nos


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