miércoles, 5 de noviembre de 2008

YA HUELE A NAVIDAD

En Madrid hace ya unos días que han comenzado a colocar las luces de Navidad. Si vas a los supermercados, ya se pueden comprar turrones. En el Corte Inglés ya puedes comprar todos los adornos de Navidad que quieras. Y no digamos la lotería, que está a la venta desde finales del mes julio.
Con el ritmo acelerado que nos llevan en los centros comerciales, hay veces que tienes que parar a pensar si es que has estado durmiendo un mes seguido y te has despertado en diciembre.Cada vez, las fiestas pierden más su sentido y se convierten en medios para que gastemos dinero.
Reconozco mi especial antipatía por algunos de los signos externos de la Navidad. Me molesta mucho los mensajes de amor y de paz entre personas que quizá el resto del año no se dirijan la palabra. Los familiares que se sientan en la misma mesa esa noche a cenar, porque es una obligación, pero que no se drigirán la palabra el resto del año. Y no digamos de las broncas familiares que se montan porque toca en casa de tu familia o de la mía. Las tarjetas de felicitación totalmente impersonales, que llevan únicamente una tarjeta de visita dentro, y que te da la impresión que la recibes porque alguien en un momento dado te incluyó en una lista de la que luego se olvidó borrarte. Las llamadas o sms que recibes de personas que solo volverán a acordarse de ti el próximo año por estas fechas.
La noche del 24 de diciembre, solo se piensa en la mesa de Navidad. Hay que comprar marisco o cordero pagando precios desorbitados. Hay que preparar comida en abundancia, a sabiendas que sobrará y que terminará en la basura. Sacar la mantelería de hilo para lucirla, aunque la dueña de la casa (que es la que ha decidido poner ese mantel) ponga el morro torcido si se cae una copa de vino.......Y qué poquito nos acordamos del verdadero sentido de la fiesta.
Hace pocos días, me preguntaba una madre de familia (con hijos y nietos), sobre ideas de cocina, para poder celebrar la Navidad sin tener que gastar mucho dinero, que precisamente no le sobra.
Mi respuesta fue lo que a mi me gustaría que realmente fuera la Navidad.
Que da igual si en la mesa hay mortadela o jamón ibérico. Si hemos podido estrenar un traje de fiesta o tenemos el mismo de hace varios años. O si me toca en mi casa montar la mesa para veinte personas o no. Lo verdaderamente importante es que los que nos sentemos alrededor de esa mesa tengamos conciencia de ser una familia con lo que eso significa. Que les transmitamos a nuestros hijos el valor de la fiesta y de la familia. Y que igual que cantamos cumpleaños féliz en las fiestas de cumpleaños, que cantemos unos villancicos que nos hagan recordar que ese día es un día muy especial para los católico. Que al menos, si no es una costumbre habitual, ese día se bendiga la mesa. Que hay que tener un recuerdo especial para los que ya no están con nosotros, aunque no creo que sea el día más indicado para llorar por ellos. Y que a pesar de las penas que podamos llevar cada uno de nosotros en nuestro corazón, estamos celebrando una fiesta alegre. Nada menos que el Nacimiento de Jesús.
Y por supuesto, que a las 12 de la noche celebremos la Navidad de la forma que le gusta a Jesús, yendo a la Misa del Gallo. Ahí es donde encontraremos la verdadera Navidad.

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