miércoles, 12 de noviembre de 2008

LAS CADENAS

Todos los días recibimos emails con preciosas presentaciones powerpoint, que se estropean cuando llegan a la última página de la presentación y dicen, "envía esto a no sé cuantas personas en la siguiente hora porque sino algo horrible te pasará ". Y vemos como el que nos envió el email ha desenterrado del baul de los recuerdos direcciones de emails de conocidos hasta que ha completado los quince o veinte a los que tenía que reenviar.
Yo no creo en estas cadenas, y las rompo casi todas. Solamente reenvío aquellos que de verdad me gustan, que me apetece enviar a alguien en particular. Y cuando se me rompe el coche, me sale mal algo en el trabajo, o en casa, de verdad que no pienso en que alguien me ha enviado una maldición por no seguir una cadena que llevaba dos o tres vueltas al mundo.
Yo únicamente creo en una cadena, y es la cadena de la oración. Esas cadenas, unas veces las he iniciado, y otras las he seguido.
La oración individual es importante, como no. Esos ratos de oración en una Exposición del Santísimo no tienen precio. Hay días que sientes que de verdad estás rezando, con el alma y el corazón. Pero hay otros días que ¡ madre mía! piensas que mejor que Dios no te lo tenga en cuenta. Unas veces porque nos da pereza. Otras veces, estamos tan ocupados y con tantas preocupaciones que nos ponemos a rezar el Rosario, y al mismo tiempo estamos pensando en qué vamos a poner de cenar. Otros días, simplemente no podemos rezar.
Para esos días necesitamos apoyo. Cuando nosotros no podemos, sabemos que hay gente que lo hace por nosotros, pensando en nosotros. Con la oración comunitaria, las voces se unen, y llega más lejos. Las personas por las que rezas reciben la fuerza individual de cada uno. Y a veces la petición no resulta, Dios sabrá por qué, pero la satisfacción y el consuelo que experimenta la persona por la que rezas, vale más que cualquier otra cosa que puedas ofrecer.
Este verano estuve en Lourdes, y una de las cosas que más me impresionó fue el Rosario que se reza en la explanada. No por las antorchas, que son bonitas. Ni por los cantos, que también lo son. Me impresionaba ver que allí estábamos miles de personas, y que rezábamos la misma oración en siete u ocho idiomas diferentes. Me impresionaba pensar que la unión que no consigue nada, ni siquiera el futbol, lo consigue la oración. Todos sabíamos seguir lo que allí se decía aunque en ese momento lo estuvieran recitando en alemán, e incluso en algún dialecto africano.

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