sábado, 18 de octubre de 2008

BUENOS DIAS, ¿QUÉ TAL?

Llegas al trabajo por la mañana, y como todos los días, al entrar dices - buenos días ¿qué tal estás?-



Lo dices al mismo tiempo que vas encendiendo el ordenador y leyendo el titular del periódico que hay encima de tu mesa. Ha sido una pregunta automática, y no esperas otra respuesta que - buenos días, muy bien ¿y tu?-, y cada uno a lo suyo, dando comienzo a otra jornada de trabajo.
Imagínate por un momento que la respuesta fuera:
- Buenos días, pues mira fatal, esta noche no he dormido nada. Tengo un montón de preocupaciones. Mi madre está enferma. Mi marido tiene problemas en el trabajo. He tenido una bronca espectacular con mi hija antes de venir al trabajo. Me duele mucho la cabeza. El coche me está dando problemas y no tengo dinero para comprar uno nuevo. Y hoy tengo una tutoría de mi hijo pequeño en la que no me espero nada bueno. Y para colmo acabo de recibir una multa.
Podría pasar ¿no? ¿como te quedas? ¡¡ Imagina tu cara de sorpresa !!
Una primera reacción, es pensar: "a mi que me cuentas, tu tienes problemas, y yo tengo los mios, que además son peores, y no te los cuento". Pero entonces, ¿para qué les has preguntado qué tal? ¿por pura educación?.
La segunda reacción, un poco más humana, es pensar qué poco sabemos y que poco nos preocupamos de la gente que tenemos a nuestro alrededor. Casi seguro que todos esos problemas que hoy te cuenta esta persona, no han comenzado hoy mismo. Y tu ni te has dado cuenta. No podías saberlo, porque no la has mirado a los ojos y le has visto la cara de cansada que tiene, o la expresión de tristeza, o no has visto sus uñas mordidas por la ansiedad. Y si lo has intuido, no has querido darte cuenta.
Miramos pero no vemos. Miramos el exterior de esa persona. Si nos examinaran de su atuendo, seguro aprobaríamos. Hemos mirado el anillo que lleva, o los zapatos, que nos parecen espantosos. Pero no hemos mirado su interior, a la persona, que es lo que importa. Los zapatos se romperán, o el mes que viene los cambiará por otros que quizá nos gusten más. Pero la persona permanece, y es lo que vale. Es por la que deberíamos preocuparnos.
Cada día, nos cruzamos con muchas personas a las que podemos y debemos ayudar. Unas veces será escuchándolas, dándoles un apretón de manos, respetando su silencio, rezando por ellas, contándoles un chiste, llamándolas en su cumpleaños,......., hay infinidad de maneras. No siempre hay que esperar a que nos lo pidan. Tenemos que tomar la iniciativa.

La providencia ha hecho que yo haya podido experimentar esto, una sola vez en mi vida, es cierto. Os aseguro que la satisfacción que reporta compensa con creces el esfuerzo que supone. Y si yo lo he podido hacer, que no soy ni mucho menos buena, y estoy a años luz de la santidad, vosotros con mucha más razón.

Os dejo un video para reflexionar sobre el tema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario