jueves, 16 de octubre de 2008

LIMOSNAS

Empiezo con un cuento que he leido en una reflexión de un Misionero Claretiano
"Un grupo de gente rica formaba una especie de club para ayudar a los pobres. Un señor de la nobleza francesa visita a una amiga millonaria, a la que encuentra remendándose sus zapatillas.
- Pero, ¿por qué no se compra otras nuevas?
- Porque tengo que ahorrar para los pobres.
- Pues, mire; por ellos venía a verle, para pedirle ayuda.
La señora se levanta, saca del cajoncito el billete de banco más alto, y lo entrega al visitante con la mano izquierda.
- ¿Y por qué me lo da usted con la mano izquierda?
- Para que no se entere la derecha, y ésta no se niegue a seguir remendando zapatillas"
¿Cuántas veces habéis escuchado la canción "corazón partio" ? Seguro que cientos.
Soy fan de Alejandro Sanz. Me gusta la letra de sus canciones. Y del "corazón partío" me quedo con esta:
"Dar solamente aquello que te sobra, nunca fue compartir sino dar limosna"
Y pensaréis qué tiene que ver el cuento y la canción. Pues mucho, porque hoy quiero contar algo sobre la limosna, aprovechando que este fin de semana es el Día del Domund.
Voy a escribir en primera persona, porque no pretendo ahondar en la conciencia de nadie, ni que os sintáis identificados. Simplemente expongo lo que a mi me ocurre.
Cuando me mandan el sobrecito del colegio, o lo encuentro en la parroquia el domingo, me siento solidaria con esos pobres niños que no tienen nada, e intento ser más generosa de lo habitual en mi limosna. Igual me ocurre, cuando escucho un testimonio de alguien cercano a la gente del tercer mundo. Personas que no hablan en genérico, sino que cuando piensan "no puedo tirar esta comida porque hay niños que no pueden comer", le están poniendo nombre y apellidos a esos niños. Pueden ver "un" rostro de angustia de un padre cuando no tiene nada que darle a sus hijos, porque seguro que muchas veces han estado consolando a ese padre.
Pero he de confesar que igual que dice la canción, doy únicamente algo de lo que me sobra. Colaboro con algunas ONG, aporto algo en el cepillo de la iglesia, y aunque sé que no es muy recomendable, doy alguna limosna a algún pobre por la calle. Pero no creo recordar ni una vez, que haya dejado de comprarme algún capricho, o de ir a cenar a un restaurante por dar una limosna a alguien necesitado. No remiendo mi zapatilla para dar ese dinero. Lo habitual es que me compre una nueva, y si aun así me sobra, doy algo de eso que no me va a hacer falta.
Pero además, la limosna no consiste solo en dar dinero. Hay otras muchas cosas que se pueden hacer, y que solo necesitan que una inversión de tiempo y esfuerzo.
Conozco algunos casos de personas laicas que en su tiempo de vaciones se marchan a paises pobres a prestar su ayuda en lo que sea necesario. Si me apuráis, no hay ni siquiera necesidad de viajar tan lejos para encontrar a alguien necesitado. Muy cerca de nosotros hay ancianos solos, mujeres y niños maltratados, adolescentes embarazadas que no saben qué hacer, drogadictos, enfermos en hospitales........la lista es interminable. Pero también cuesta dar ese tiempo. Incluso más que dar el dinero. No es fácil cambiar una hora de sofá y televisión por ir a una planta de un hospital a hacer compañia a un enfermo. Es incluso más cómodo lavar la conciencia metiendo algo más de dinero en ese sobre.
¿es esta la caridad que nos enseñó Jesús? ¿es esto el amor al prójimo?
De nuevo quiero lavar mi conciencia y pienso que yo no voy a cambiar el mundo. Que mi esfuerzo no se va a notar. Que solo voy a poder hacerle compañía a un enfermo, o darle de comer a un niño, y habrá no sé cuántos cientos más que se quedarán igual. Terrible equivocación. Si fuera de capaz de acompañar a uno, pues ya será una victoria. Habrá un necesitado menos. Y será una victoria no solo para mi, y para esa conciencia que tanto pesa, sino para toda la humanidad, porque realmente habré podido demostrarme que el amor al prójimo existe.
Espero y deseo en alguna entrada futura de mi blog, poder contaros que efectivamente hubo un día que remendé mi zapatilla, o que logré llevar a alguien necesitado un poco de felicidad.

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