jueves, 1 de enero de 2009

VISITA AL HOSPITAL II

Ayer María os contó su experiencia sobre su visita al hospital. Hoy os voy a contar la mia.
Todos pensamos que el cáncer es una enfermedad espantosa. Impresiona ver por la calle a una persona sin pelo, con un pañuelo en la cabeza. Intuimos como puede ser el mundo que rodea a esta enfermedad, pero nunca podremos imaginar lo que es hasta que no te ves metido en él.
Las salas de espera de oncología son un mundo aparte. Cuando llegas por primera vez, piensas que eres el único, el más joven, el más desgraciado. Primera sorpresa: la sala está repleta de gente. Los enfermos nunca van solos a este médico, y depende de los resultados que lleven en la bolsa que llevan, van dos o tres acompañantes. Nadie habla con el de al lado. Nadie pregunta qué le pasa ni como está. Nadie mira a nadie. Ves salir del despacho del médico a alguien que llora y no tienes que preguntar el por qué. Ves entrar a alguien hinchado, sin pelo, con un color de cara caracterísitico, y sabes perfectamente qué le ocurre. Conoces las caras de los enfermos, y cuando dejas de ver a uno, no preguntas qué le ha pasado. Simplemente, ya no va. Nunca sabrás si ha cambiado de médico, si se ha curado o si ha muerto.
El mundo de la oncología, es un mundo en el que no hacen falta palabras. Las expresiones de las caras lo dicen todo.
Pues todo esto que cuento, se eleva a la enésima potencia cuando los enfermos son niños. Si el dolor, el sufrimiento y la muerte son difíciles de entender, más aun lo es cuando estás en una planta de oncología de un hospital infantil. Es una experiencia difícil de explicar con palabras.
Vi niños que a pesar de su enfermedad, de su aislamiento, de vivir enganchados a una máquina, estaban felices, como dijo mi hija, "se reían muchísimo". Comparten espacios comunes, se conocen por sus nombres, se visitan entre ellos en las habitaciones, asisten allí a un colegio....Los niños son muy adaptables, casi camaleónicos. Supongo que pensarán que eso es lo que les ha tocado vivir, e intentan hacerlo de la mejor manera posible. Quizá no saben la batalla que tienen que ganar.
Pero también había niños tristes, muy tristes, que no tenían ganas de hablar con nadie y mucho menos con nosotros que habíamos llegado allí como unos intrusos.
El sufrimiento de estos niños se refleja en la cara de sus padres, conscientes de lo que está ocurriendo en la vida de sus hijos. ! qué agradecidos por la visita y por los regalos que les llevamos ! El regalo les daba igual. Estaban agradeciendo la ruptura de la monotonía, y la felicidad de los niños al romper el papel de regalo. Reconozco que las lágrimas de una de esas madres al darme las gracias me llegaron al alma, y fueron la causa de que me marchara antes de lo previsto, aunque pensando que en la medida que mis obligaciones lo permitan, volveré.

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