lunes, 9 de agosto de 2010

REALIZADOS

Hay cosas que solamente se aprenden con los años. Te lo pueden haber explicado, dicho, pero no te lo crees. Tienes que vivirlo para saber que es verdad.
Cuando eres joven tienes muchas inquietudes. No disfrutas de la época de estudiante. Estás deseando terminar. Hay una lista interminable de cosas que quieres comprar cuando empieces a ganar dinero. Una lista de cosas que te parecen vitales para tu existencia.
La lista suele empezar por un equipo de música, un ordenador más potente, un coche, un piso, pagarte las vacaciones que quieres......, todo eso que bueno, crees que necesitas para ser feliz.
Esto implica que tienes que trabajar mucho. Y además mucho mejor que los que tienes a tu alrededor. Y pasar muchas horas en el trabajo, y competir. Todo para ir subiendo puestos en el escalafón.
Y todo por dos razones, porque nos dicen que tenemos que "realizarnos", y ese realizarnos se refiere a realizarnos profesionalmente. Y además porque cada vez que subes un puesto en la pirámide del poder, tu nómina aumenta, lo que te permite irte comprando cada vez más y más cosas.
Pero nadie te dice que ese "realizarte" es mentira. Que después de unos años, lo único que consigues es rodearte de objetos inútiles a los que terminas odiando porque lo único que hacen es acumular polvo en las estanterías.
Y la verdadera realización, de la que nadie te conciencia es la de la familia. Esa parece que se supone, que se cuida sola y que no hay que prestarle mucha atención.
Cuando desapareces, habrá muchos como tú, incluso con mejor curriculum que te sustituirán en tu mesa de despacho. Muchos que en unas semanas se habrán puesto al día de los proyectos pendientes que dejaste, y los continuarán. Y firmarán donde tú debías de haber firmado.
Pero en tu familia, nadie te podrá sustituir. Nadie terminará lo que has dejado sin hacer. Nadie te sustituirá. Nadie ocupará tu lugar.
Es fácil que tu nombre se borre en una página de internet, en una tarjeta de visita, en un organigrama....basta con pulsar la tecla "del". En tu familia, no existe esa tecla maravillosa, porque además aunque la hubiera nadie está dispuesto a querer olvidar, a no querer recordar.

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