sábado, 18 de septiembre de 2010

IGUALES O NO 1º PARTE

Parecen iguales pero no lo son.
Acto de graduación en la facultad de medicina hace dos años. El de mi sobrina Raquel. Sería también en septiembre, seguro que unos días antes de comenzar a escribir en este blog. Unos días después le dediqué esta entrada. BUENOS MÉDICOS BUENOS
Han pasado dos años. Ayer le tocó el turno a María. El mismo sitio, la Universidad Autónoma de Madrid. El mismo decano, la misma ambientación, el mismo color amarillo de las bandas, las mismas caras de alegría de los recién licenciados, las mismas ilusiones puestas en el futoro, algunos de los discursos también los mismos (para qué nos vamos a engañar). Hasta aquí más o menos las cosas que son iguales.
Mención especial son los protagonistas de este acto. Todos chicos y chicas de poco más de veinte años. Han estudiado duro durante muchos años de su vida. Primero para merecerse entrar en esa carrera y en esa universidad. Después para llegar a colocarse esa banda que tantas horas de estudio ha costado. Las caras son diferentes a las que ví hace dos años. No tienen nada que ver con ellos en lo externo, tampoco seguro con ninguno de los miles de colegas que han pasado por ese estrado durante décadas. Los hay más guapos, más feos, altos, bajos, mejor y peor vestidos, únicos diríamos en una palabra, pero solamente en lo externo,....,en ese momento el corazón de todos ellos es muy similar. Todos están orgullosos de ser lo que son en ese momento.
Llegan las charlas de las personalidades que están en la mesa presidencial. Unas más divertidas que otras. Unas con más ingenio, más trabajadas y más entrenidas que otras. Una especialmente aburrida aunque no revelaré quién la dijo.
Estas conferencias me suelen gustar, y a veces me arrepiento de no llevar mi cuadernito donde me gusta apuntar todo aquello que escucho y que me gusta. En estas charlas suelen citar a famosos con frases con mucha profundidad y con mucho sentido. Y como de memoria ando fatal, luego no me acuerdo de la frase completa o del autor de la misma.
El mensaje de fondo, que me parece tan importante, el que ya he escuchado varias veces. Que ser médico no es solamente recetar y curar. Que ser médico es tratar al paciente. Y que tratar no es solo el cuerpo sino también el alma.
De las charlas de ayer, sobre la marcha, la que menos me gustó fue la que dió el representante de los alumnos. Pobre, lo juzgué demasiado rápido. Lo taché de un poco resabidillo y repelente. Ahora he cambiado de opinión, y es que rectificar es de sabios. En primer lugar porque seguramente era el que de todos los que hablaron no tenía ninguna experiencia de hablar en público y de repente estaba frente a un auditorio de varios cientos de personas (quizá incluso llegamos a mil, soy mala para esto del cálculo visual). Además porque su discurso era como menos profundo que el de los demás, así que a primera vista como que encandilaba menos. Pero no. Lo cierto es que hay que personarle los gestos y el tono de voz porque era un principiante, y era normal que estuviera supernervioso.
Y de poco profundo lo que dijo nada de nada. Además de hablar en nombre de sus compañeros del enorme esfuerzo que ha supuesto para ellos estos años de estudio, de las renuncias que han tenido que hacer, habló de sus primeras experiencias como médico en los hospitales. Habló del miedo que sintió cuando tuvo que presenciar como le comunicaban a una señora que tenía una enfermedad incurable. Habló de la impotencia que sentía como médico cuando tenía delante un paciente con un diagnóstico por el que la ciencia no podía hacer nada. Con sus palabras nos decía lo consciente que era de todo lo que había aprendido y de lo mucho que le quedaba por aprender, porque hay cosas que solo la experiencia y el trato con la gente le enseñarían.
La única frase hecha que dijo parece que no es atribuible a nadie famoso. Habló del director de su colegio que no dijo quién era, y la frase era algo así como " Aquello que realmente te hará feliz, será aquello que hagas con verdadero amor. Si no eres feliz con algo es que no lo amas realmente. No te conforme, y continúa buscando".
Me suscribo totalmente a lo que dice este señor. Esto es muy aplicable a los médicos, por supuesto. Si un médico no ama su profesión, estará amargado, y esa amargura la transmite a sus pacientes, sobre todo en el trato. El paciente tiene su vida entregada al médico, y lo que menos le ayuda es la aridez en el trato. Afortunadamente, creo que la medicina es una de las profesiones más vocacionales, así que la mayoría de los médicos son felices con su trabajo. Otra cosa es que después de unos años, cuando ya creen que lo han aprendido todo, piensen que están por encima del bien y del mal y que tienen todo el derecho a tratar a su paciente simplemente como a un número de historia clínica al que se le ha diagnosticado algo, y que si le hago daño, para curar penas ya están los psicólogos.
Pero esta frase, es aplicable a todos. Si por las mañanas nos levantamos tristes, queremos darle una patada al despertador cuando suena, y encima nos acordamos que tenemos que ir a ese trabajo que nos horroriza tanto, con esos compañeros que nos hacen la vida imposible y ese jefe que parece que tiene como única misión en la vida jorobarnos el día, pues ya es para cortarnos las venas directamente.
El trabajo si no no se hace con amor, si no está basado en una verdadera vocación, no nos hará felices. Y como la mayor parte de nuestra vida estamos trabajando, seremos unos desgraciados toda la vida. Y nosotros hemos nacido para ser felices.
Bueno María, lo siento, he hablado poco de tí. Como siempre me he desviado del tema principal. Pero tengo mucho que decir, así que para no hacer interminable la entrada de hoy, mañana te toca a tí ser la protagonista.

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