sábado, 4 de septiembre de 2010

DE VUELTA

De nuevo en casa. Qué maravilla !!! Es que eso de los hoteles buenos está muy bien, pero como en casita en ningún sitio.

Viajar culturiza, eso dicen. En este caso, pues bueno, lo que puedes hablar con los compañeros, porque en realidad me hubiera dado igual estar en Salamanca que en México. Hotel, oficina, restaurante. A eso se ha limitado mi viaje. Bueno, miento, una sola escapada a ver a la Virgen de Guadalupe y alguna comprita rápida para traer un regalito a los niños, pero de eso os hablaré otro día.

México DF, una macrociudad donde las señales de tráfico no existen, no hay líneas que separen los carriles de las carreteras, donde en cualquier sitio haces un giro de 180º para cambiar de sentido, donde los coches de cinco plazas pueden llevar a siete en el asiento de atrás y por supuesto sin cinturón.....y sin embargo, no he visto ningún golpe, no he escuchado ninguna bocina, nadie ha sacado la cabeza por la ventanilla para poner verde al que ha hecho la pirula.

Y es que lo queramos o no, son mucho más educados que los españoles. Y eso, se observa no solamente en el tráfico, también en la oficina. Hay un silencio total, nadie grita para llamar al compañero que tiene a cinco metros de distancia, ni siquiera se levanta la voz, todo se pide por favor, y se da las gracias.

Vale, de acuerdo, algunas veces resultan empalagosos según la forma de vida a la que estamos acostumbrados. Hay muchas cosas que chocan, que no digo que estén ni mejor ni peor, simplemente son diferentes. No sé si es que ellos son excesivamente educados, o nosotros excesivamente secos por no llamarnos maleducados.

Entras en el hotel para hacer el check in, y antes que hayas llegado al mostrador, ya un botones te ha cogido la maleta, otro te desea feliz estancia en México, y otro te acompaña hacia el lugar donde tienes que ir. Primer agobio, ¡¡¡ socorro, no puedo andar con tres personas a mi alrededor !!! Lo típico, das tus datos, te asignan habitación, y cuando alargas la mano para recoger la llave de la puerta, de repente sale un brazo de no se sabe dónde que la ha cogido antes que tú. El dueño de ese brazo ya se ha aprendido tu apellido, y a partir de ese momento ya todas las preguntas irán precedidas de un "Srta.Pulido desea ud....., Srta.Pulido puedo ayudarla en algo....., Srta.Pulido es todo de su gusto.......". Tanto que te dan ganas de gritar que no eres tonta, que la llave de la habitación no está hecha de plomo y que te dejen a tí cogerla que no eres tan límite. Y que además si necesitas algo o si algo no es de tu agrado pues ya te quejarás, pero que te dejen a tí decidirlo. No se sabe en base a qué raro conjuro, a partir de ese momento ya tu nombre queda grabado en la mente de todos los que trabajan en el hotel y oirás tu apellido cada vez que hagas un movimiento.

Ser mujer en México es otra cosa. En primer lugar, no puedes ir sola a casi ningún sitio. Yo he tenido la suerte de tener un chófer a mi disposición. Para mí, y de paso para el compañero que venía conmigo. Pero, por favor, no se te vaya a ocurrir abrir la puerta del coche tú sola !!!!, menudo esfuerzo !!!!. Para el coche y te tienes que armar de paciencia hasta que se baje algún varón de los que van contigo y se encargue de evitar que hagas el esfuerzo de tu vida, te abra la puerta, luego abra el maletero y te alcance el maletín con tu ordenador.
¿Y levantarte para ir al servicio en medio de una comida? es toda una aventura, porque te pones de pie y de repente, ves a todos los que están contigo levantarse al mismo tiempo. Y piensas, "oye, que la que voy a ir al servicio soy yo, o es que nos ha dado ganas a todos al mismo tiempo??? ". Te mueven la silla para atrás vaya que te canses, y ya te vas tú solita, llegas al baño mirando de reojo por detrás para asegurarte que de verdad los demás no tenían necesidad. Abres la puerta, y allí está una señora que te saluda amablemente, te acerca la toalla, te ofrece colonia y te da unos caramelitos, y te pregunta si "todo ha sido de tu agrado". -"Pues sí señora, pero en este momento le tengo que dar una mala noticia, y es que no estoy acostumbrada a venir con el monedero al baño, así que perdóneme usted, pero no le voy a poder dar una propina"- ....sales pensando, que de alguna forma, esa pobre señora contará lo ratas que somos las españolas, y que antes de irte, pues volverás al baño y esta vez le darás una propina doble. Pero llegas a la mesa y otra vez el ritual. Todos de pie !!!, vuelta a mover la silla para que te acomodes y te la puedan acercar. Con la mejor de tus sonrisas das las gracias pero en el fondo piensas "Déjame la silla en paz que me voy a pegar un trastazo de mucho cuidado. Jo, como voy a repetir esto dentro de un rato para volver al baño y darle la propina a la señora ????" Hay que decidir si quedar mal con esa pobre señora a la que probablemente no volverás a ver en tu vida, pero a la que le vendrían fenomenal las moneditas que le vas a dar, o volver a darle la plasta a la gente con la que vas y que tienes que volver a ver a la mañana siguiente. Está clara la decisión, "de aquí no me muevo hasta que no nos vayamos".
Esta amabilidad no es solo en la calle, todas las mañanas, cuando llegan al trabajo, se saludan uno a uno. No vale dar los buenos días, tiene que ser un saludo personalizado. Así que los diez primeros minutos son de besitos por aquí, besitos por allá. Y os aseguro que es estresante, porque tienes que recordar a quién has saludado ya y a quién no para no quedar fatal con nadie.
Pero fuera de todo esto, que vuelvo a repetir, chocan por inusuales en nuestros país, y para que no penséis que vengo "quemada" de allí, hay que decir en su favor, que en otras muchas cosas no dejan de sorprenderme para bien.

Primera reunión que tengo. Dieciséis personas convocadas. Me imaginaba la típica reunión eterna donde al final del día, nadie se ha enterado de nada, y no se ha llegado a ninguna conclusión. Pero claro, yo estaba pensando en una reunión de españoles, donde para empezar nadie llega a tiempo. Siempre faltan dos o tres. Se les encarga a alguien que vaya a buscarlos, y ese alguien se esfuma y tampoco vuelve. Normalmente tiene que ir un tercero que ya va con la consigna de que "haz el favor de coger a tus compañeros de las orejas si es necesario y traerlos, que todo el mundo tiene muchas cosas que hacer".

Bien, ya estamos todos en la mesa. Uno empieza a hablar, otro le interrumpe, sale un tercero que chilla más que los dos anteriores para hacerse oir, y mientras el resto se ha puesto a hablar con su compañero de al lado y de repente hay cinco o seis conversaciones paralelas. Al cabo de unos minutos cuando a alguien se le ocurre decir un "silencio", nadie recuerda de qué se estaba hablando. Nada, que hay que volver a centrar la reunión, recordar en qué punto estábamos y bla bla bla bla...., resultado: hemos perdido el tiempo.

Como esto pasa varias veces a lo largo de la reunión, llega un momento que todos están hasta el gorro, aburridos y deseando terminar, porque allí no hay quien se entere ni quien se centre. Así, bueno, pues las reuniones se eternizan y cuando sales después de un par de horas, piensas que para lo que hemos hecho, con quince minutos hubiera sobrado.

Mi sorpresa fue, que en una reunión donde la mayoría eran mexicanos, el orden es total. Se empieza después de los diez minutos de cortesía, y ya están todos preparados. Uno empieza a hablar y los demás se dedican a lo que tienen que hacer en ese momento: a escuchar. Nadie se interrumpe. Se espera hasta que el que habla termina, y por turnos se va tomando la palabra. Exite un moderador que se nombra al principio, y que en realidad no se estresa con su trabajo porque no tiene nada que hacer. Esto, os aseguro que funciona.
Así que bueno, vengo contenta de "haber hecho los deberes que tenía que hacer en tiempo y forma", de "sentirme reina por tres días", pero feliz de volver a mis costumbres, que repito no sé si son mejores o peores, pero son las que tengo arraigadas.

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